lunes, 11 de agosto de 2008

HELLVILLE DE LUXE



Enrique ha gestado un álbum no demasiado amable para estos tiempos de sonrisas impostadas, de miradas hacia los costados para no ver de frente. Es decir, éste no es un disco demasiado radiable, en el que a su autor no le ha importado que ninguna canción baje de los cuatro minutos. Un buen trabajo que pide más de una escucha, en el que la intensidad de la primera parte puede confundir en un primer momento, dando la impresión de que Enrique hubiera abrazo una vez más la religión del rock olvidando sus creencias en otros géneros. Y no es así, la segunda parte lo confirma, lo que pasa es que la mirada hacia la raíz ya no es mediterránea o latinoamericana, ahora explora la botánica norteamericana.También llama la atención –en estas primeras y urgentes escuchas– que en un disco de sonido tan natural la producción sea de Phil Manzanera, pero quizás su trabajo haya sido el de poner orden, saber cuándo la aridez debía dejar paso al terciopelo din dar un traspiés en el intento. Y lo ha conseguido. Lo han conseguido. Seguramente Bunbury seguirá buscando y girando en próximas entregas, pero ya tiene una voz propia. Una identidad. Un sonido que es como ese necesario faro con el que alumbrar el rumbo para no estamparse contra el rompeolas.


JUAN PUCHADES

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