jueves, 7 de octubre de 2010

Aprender a querer


La lluvia no cesaba en aquel atardecer de diciembre. El ruido lejano de una bala surcaba el aire. El olor a tierra mojada, el sabor salado del sudor...todo aquello era una mezcla de dolor, rabia y hambre.

En aquella trinchera, que un día antes habían cavado el comandante y otros siete hombres se encontraban ahora mismo jugándose el pellejo.

Toda su vida buscando la forma de como salvar vidas y ahora estaba en medio de aquella batalla para arrebatar todas la que pudiese por una idea, una majadería, pensaría años después.

El tacto frío del fusil hacia que a veces le recordarse sus tiempos de estudiante, en aquella sala de disección, rodeado de cadáveres, igual que ahora, pero en aquél tiempo portaba un bisturí, no un arma de fuego.

Quizás el tabaco que se fumaba a diario no era el mejor remedio para su asma bronquial, pero ¡qué coño!...para un rato que iba a vivir, no lo iba a hacer jodiéndose el día a día, así que decidió, que en cuanto llegasen a una buena zona de acampada, allí mismo se sentaría, buscaría un buen trago de ron y se encendería un buen tabaco.

Una mano sorprendió su hombro derecho...

-¡Ernesto...por aquí!

Y el comandante viró sus pensamientos hacia Santa Clara...

No hay comentarios: