Urgencias. 11 o 12 de la mañana. Cuatro o cinco pacientes a mi cargo.
- Tu eres el de vascular, ¿no?
- Si soy yo…- Pero de cirugía CARDIOvascular, gilipollas!! Pensé yo, para mis adentros, claro. Allí, en urgencias, en la jungla, no es bueno buscarse enemigos, siempre hay días en que te puede sacar de un apuro alguien que te cae como el puto culo. Pero así es el hospital, y las urgencias, un mundo aparte.
- Un pie diabético…- Me dijo el adjunto (que no recuerdo ni su nombre, quizás porque no me lo dijo, pero parecía simpático).
- Nooooo…- Fue mi replica. No me gustan, nada, son asquerosos, pero hay que verlos.
Lo peor de todo, fue cuando me dijo – Ah! La hija me ha dicho que ha visto un gusano…- Ahí mi estómago se puso del revés. Por un lado tenía la morbosidad de ver una úlcera en un pie con un gusano, pero por otro lado me moría del asco.
Llamé a la simpática anciana y después de meterla en consulta, hacerle mi “correcta” anamnesis, me dispuse a explorar esa úlcera. Guantes puestos, respiración controlada (recordando las arcadas de otra guardia al percibir cierto olor desagradable…), me dirigí hacia el pie.
Observé primero una pequeña úlcera en el primer dedo, necrótica ella, con sus bordes negros, pero nada más, un poco desagradable, pero nada comparado con lo que me esperaba debajo de la venda…Cuando quité la venda había una úlcera de unos cinco centímetros, con sus bordecitos mas blanditos y en el centro se veía tejido...carne podrida!!!Es lo que había ahí, repulsivo, y eso que tenía restos de crema que le habían puesto horas antes, al limpiársela…En esto que yo me dirigí a la hija para comentarle que lo más probable era que su madre se iba a quedar ingresada, ya que tendríamos que ponerle antibiótico y estudiarla, cuando por el rabillo de mi ojo lo vi…Moviendo su cabecita gris, allí dentro, en su úlcera, como si estuviese dándose un baño en algún jacuzzi de un hotel cinco estrellas. El caso es que me hizo hasta gracia…por decirlo de algún modo, y asco, por supuesto. A todo esto la señora seguía la mar de tranquila, pidiendo que no le hiciese daño…y yo observando como se movía el gusano…Cuando tuve suficiente volví a tapar la úlcera. Yo había visto el gusano, la hija también.
Debimos ser los únicos que vimos semejante huésped, ya que dos residentes más, al explorar el pie, no lo vieron. Ya no quería pensar si el gusano se había caído, perdido en las profundidades de la úlcera o simplemente había desaparecido, yo sabía que lo había visto…eso si el cachondeo con el “gusanito” duró todo el día y parte de la noche. Suficiente para hacer algo más amena la guardia, que no son moco de pavo, pero ésta última tuvo su toque de humor…esperemos la próxima a ver que ocurre.
